Para los que no tienen que predicar, el mejor alimento es la propia Palabra de Dios. No digo que los sermones y los libros no sean buenos, pero los arroyos pierden su natural frescura conforme se deslizan desde el manantial, incorporando en su recorrido impurezas a esa agua, una vez pura y ahora diferente. Siempre es mejor beber del manantial que de un depósito. Encontrarás que leer la Palabra por ti mismo (leer, no simplemente ojear) es la manera más segura de crecer en la gracia. Debemos beber
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